martes, 17 de enero de 2012

Más que alegría, la suya ¡era desesperación!: un amargo brindis.

Descanse en paz D. Manuel Fraga Iribarne, con sus luces y sus sombras. Descanse en paz, si tal cosa es posible para quienes alguna vez ejercieron el poder.

Descanse en paz y con él sus enemigos, y sus amigos, y la España que con él muere.

No sé si Dios existe o no, pero no dejo de preguntarme como puede un creyente desarrollar según que profesiones sin perder su compostura, y aún su fe.

No dejo tampoco de preguntarme cómo será el juicio final, si es que se celebra, para quienes alguna vez  juzgaron a otros.

Lo que es evidente es que la juez federal argentina María Servini tendrá que buscar otro "campanu" para la vitrina de su gloria: Fraga se marcho sin despedirse, ni del banquillo de los acusados ni de la memoria escurridiza de la historia, que se difumina, una vez más, entre los velos de la política.

Hoy la prensa se hace eco de su muerte, a los 89 años de edad, de los cuales durante 60 se mantuvo de alguna forma en el poder. Y hasta hay fotos de su cadáver en el ataúd, seguramente montajes.

También hoy ciento cincuenta personas se reúnen en la plaza de Canaletas de Barcelona para brindar por su defunción.

Pero hoy brindar por la muerte serena del enemigo, invicto en su cama, ya anciano, no es brindar por un triunfo, sino, más bien, constatar el amargo sabor de la derrota final... Porque ya sólo la historia y su Dios habrán de juzgarle: ¡mejor haríamos en ocuparnos de los "vivos", mucho más peligrosos que los muertos!.

La foto la encontré en Catalans reaccionem

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